El señor Gibbs se hizo rico vendiendo los excrementos de pájaros foráneos. William, hijo de Anthony Gibbs, levantó iglesias y la gran mansión de Tyntesfield, cerca de Bristol (Reino Unido), con el dinero que había conseguido gracias al guano.
Guano es el nombre que reciben los excrementos de las aves marinas, ricos en nitratos y fosfatos, y que se empezaron a recoger en las costas de Sudamérica a mediados del siglo XIX para su uso como fertilizante.
William y su hermano George firmaron su primer contrato con el gobierno peruano en 1842 y en 1858 importaron 300.000 toneladas de guano a Inglaterra. William construyó Tyntesfield por 70.000 libras esterlinas, los beneficios recaudados en un año (en 2002, el National Trust adquirió la casa por 25 millones de libras esterlinas). También costeó la construcción de varias iglesias, entre ellas la capilla del Keble College, Oxford.
Emigró de Gran Bretaña a Australia en 1950 para trabajar como rotulista. Fundó en Perth la Bond Corporation y ganó una fortuna en el sector inmobiliario antes de diversificarse y probar suerte en campos como la cerveza, el oro o la televisión.
En 1983 se convirtió en héroe nacional al financiar al equipo australiano que resultó vencedor contra Estados Unidos en la America’s Cup y les arrebató por primera vez el título desde 1851.
Bond se valía de su fortuna para adquirir importantes obras de arte, aunque en 1987, después de adquirir el cuadro Irises de Van Gogh por 54 millones de dólares gracias al crédito que le concedió la casa de subastas Sotheby’s, las cosas empezaron atorcerse. Se negó a devolver el crédito y una crisis bursátil puso en evidencia la debilidad de sus negocios, dejándole en bancarrota y hundiendo su reputación.
En 1996 fue condenado a tres años por fraude al vender un cuadro de Manet propiedad de la Bond Corporation a una empresa familiar por una cifra que estaba muy por debajo del precio de mercado. En 1997 le condenaron a siete años por malversación de fondos con el fin de ayudar a levantar otra empresa familiar. En la cárcel empezó a pintar.
Un arbitrador estadounidense, acuñó la expresión greed is good («la codicia es buena»), que resumía a la perfección la filosofía de aquellos que trabajaban en los mercados financieros durante la década de los 80.
Boesky sacaba dinero de apostar sobre OPA, pero no se dejaba guiar únicamente por el instinto y la suerte. Le condenaron por uso de información privilegiada, un delito que solía pasarse por alto en Wall Street en esa época, pero que su forma de actuar tan abierta le llevó a pasar tres años y medio en la cárcel y a pagar una multa de 100 millones de dólares, incluso después de varias reducciones de pena gracias a confesar los nombres de sus fuentes.
Alfred Krupp fue un excelente ingeniero y hombre de negocios que supo sacar partido a la industrialización y la guerra europea. Nació en Essen en el seno de una familia de metalúrgicos y comenzó a trabajar en la fragua de hierro familiar cuando su padre cayó enfermo.
Junto con su madre, que se hizo cargo del negocio cuando su marido murió en 1826, Alfred empezó a aprovechar las posibilidades que ofrecía el acero. La empresa fue clave para la construcción de las líneas de ferrocarril y manufacturó, entre otros componentes, la rueda sin costura. Alfred se inclinaba cada vez más por la fabricación de armas y en 1847 produjo su primera pistola de acero.
En 1848 pasó a dirigir laempresa y comenzó a adquirir minas y puertos con el fin de garantizar las provisiones de las materias primas necesarias.
Cuando falleció, Alfred tenía 20.200 trabajadores a su cargo y había establecido que la empresa debía tener un único heredero.
Tiempo después, la empresaKrupps fabricaría la artillería que se usó contra París en la Primera Guerra Mundial («la Gran Berta»).
El miembro de la familia Krupp que, por colaborar con Hitler, llevó a la ruptura del imperio fue Gustav von Bohlen und Halbach, que se cambió de apellido al casarse con Bertha, nieta de Alfred.
Ray Kroc fue quien convenció a Dick y Mac McDonald para que expandieran su negocio y abriesen restaurantes a lo largo y ancho de Estados Unidos, y para que le contratasen a él como supervisor de este proyecto. Con 15 años, Ray Kroc, que había mentido sobre su edad, había sido destinado a Europa para conducir ambulancias de la Cruz Roja. Por suerte para él, la guerra acabó antes de que él pudiera ocupar su puesto. Se quedó en Estados Unidos y se dedicó a trabajar de vendedor ambulante.
Conoció a los hermanos McDonald cuando vendía máquinas para hacer batidos. Ellos le compraron ocho, lo que le dio la idea de crear una cadena de restaurantes similares al que ellos regentaban. Kroc presumía de la buena calidad de sus productos, de sus servicios y de su higiene, y pensaba que no había por qué andarse con rodeos ni esperas ni materiales de mala calidad. Tampoco había lugar a dudas en lo que se refería a sus principios. En sus propias palabras: «el secreto de un buen vendedor reside en el delicado arte de conseguir que el cliente acepte hacer las cosas a tu manera».
Fue presidente de la junta directiva de McDonald’s (como cadena) desde su fundación en 1955 hasta su muerte y nunca dejó de desarrollar nuevas ideas, desde tabernas al estilo alemán a parques temáticos. Cuando su viuda, Joan, falleció en 2004, dejó un total de 800 millones de dólares al Ejército de Salvación.