Un arbitrador estadounidense, acuñó la expresión greed is good («la codicia es buena»), que resumía a la perfección la filosofía de aquellos que trabajaban en los mercados financieros durante la década de los 80.
Boesky sacaba dinero de apostar sobre OPA, pero no se dejaba guiar únicamente por el instinto y la suerte. Le condenaron por uso de información privilegiada, un delito que solía pasarse por alto en Wall Street en esa época, pero que su forma de actuar tan abierta le llevó a pasar tres años y medio en la cárcel y a pagar una multa de 100 millones de dólares, incluso después de varias reducciones de pena gracias a confesar los nombres de sus fuentes.