Ray Kroc fue quien convenció a Dick y Mac McDonald para que expandieran su negocio y abriesen restaurantes a lo largo y ancho de Estados Unidos, y para que le contratasen a él como supervisor de este proyecto. Con 15 años, Ray Kroc, que había mentido sobre su edad, había sido destinado a Europa para conducir ambulancias de la Cruz Roja. Por suerte para él, la guerra acabó antes de que él pudiera ocupar su puesto. Se quedó en Estados Unidos y se dedicó a trabajar de vendedor ambulante.
Conoció a los hermanos McDonald cuando vendía máquinas para hacer batidos. Ellos le compraron ocho, lo que le dio la idea de crear una cadena de restaurantes similares al que ellos regentaban. Kroc presumía de la buena calidad de sus productos, de sus servicios y de su higiene, y pensaba que no había por qué andarse con rodeos ni esperas ni materiales de mala calidad. Tampoco había lugar a dudas en lo que se refería a sus principios. En sus propias palabras: «el secreto de un buen vendedor reside en el delicado arte de conseguir que el cliente acepte hacer las cosas a tu manera».
Fue presidente de la junta directiva de McDonald’s (como cadena) desde su fundación en 1955 hasta su muerte y nunca dejó de desarrollar nuevas ideas, desde tabernas al estilo alemán a parques temáticos. Cuando su viuda, Joan, falleció en 2004, dejó un total de 800 millones de dólares al Ejército de Salvación.